Los azabacheros eran los maestros joyeros encargados de trabajar principalmente el azabache y otras piedras preciosas. Ésta piedra es una variedad de lignito, dura, compacta, de color negro y susceptible de pulimento, que se emplea como adorno en collares, pendientes, etc. y para hacer esculturas.
Por aquel entonces había un reputado azabachero conocido con el nombre de Gastón (de origen francés) que conseguía unos trabajos excelentes con este mineral.
Unos días más tarde recibió la visita de Don Pedro, Conde de Pernía, el cualle vino a encargar otra joya exquisita para su noble dama y amante, Doña Constanza Enríquez.
El joyero se pone a trabajar para elaborar los encargos, en los que puso todo el esfuerzo posible. Una vez realizadas y terminadas ambas piezas, casi al mismo tiempo, mandó a su criada y ama de llaves, cuyo nombre era Librada, con el encargo de entregar las joyas.
No se sabe bien, si por error o por pura maldad, la criada, Librada, comete el error de intercambiar los encargos, dando las joyas equivocadas a tales damas. Esto provoca un terrible enfado de las señoras y sobre los caballeros que han hecho los encargos.
Al ser una cuestión de honor, tales caballeros se encuentran al pie de la calle Matasiete (calle El Escudero) y se enfrentan en armas. En tal encuentro, muere Don Pedro, Conde de Pernía.
Librada, es apresada y aunque liberada del castigo de sangre (por ello se la conoce como la Sin Sangre) es encarcelada. Mientras su señor, Gastón, tiene que huir para evitar las posibles represalias de Don Diego de Velasco, y se dice que huyó a su país, Francia.
Las joyas, doblemente negras por el color del azabache y del luto, dicen que fueron a parar al tesoro sacro de la Real Colegiata de San Isidoro.
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